sábado, 26 de septiembre de 2009

Esta es nuestra Hora




Discurso del Secretario General a la Asamblea General

«Esta es nuestra hora»
Nueva York, 23 de septiembre de 2009

Sr. Presidente,
Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno,
Distinguidos delegados y delegadas,
Señoras y señores,


Sr. Presidente, quisiera expresarle mis más sinceras felicitaciones por haber asumido la Presidencia.

Le deseo mucho éxito y le aseguro que tiene usted todo mi apoyo.

Excelencias,
Señoras y señores,

Todos los años nos damos cita en el mes de septiembre en un rito solemne.

Venimos a reafirmar nuestra Carta fundacional, nuestra fe en los principios fundamentales de la paz, la justicia, los derechos humanos y la igualdad de oportunidades para todos.

Evaluamos la situación del mundo, dialogamos sobre las principales cuestiones del momento, exponemos nuestra visión del camino a seguir.

Este año, en la apertura del debate general del sexagésimo cuarto período de sesiones de la Asamblea General, se nos pide que estemos a la altura de un momento excepcional.

El mundo, golpeado simultáneamente por múltiples crisis (los alimentos, la energía, la recesión y la pandemia de la gripe) se vuelve hacia nosotros esperando respuestas.

Si alguna vez hubo un momento para actuar en un espíritu de multilateralismo renovado, un momento para crear unas Naciones Unidas movidas por una verdadera acción colectiva, ese momento es ahora.

Excelencias,
Distinguidos delegados y delegadas,

Esta es nuestra hora.

La hora de que las Naciones Unidas sean verdaderamente «unidas».

Unidas en un propósito. Unidas en la acción.

Primero, ojalá que éste sea el año en que las naciones se unen para hacer frente al mayor reto que tiene ante sí la familia humana, la amenaza de un cambio climático de proporciones catastróficas.

Ayer, 100 Jefes de Estado y de Gobierno determinaron los próximos pasos a dar en el camino hacia Copenhague.

Reconocieron la necesidad de un acuerdo aceptable para todas las naciones, adaptado a sus capacidades, acorde con los dictados de la ciencia y basado en un planteamiento ecológico del empleo y del crecimiento, tabla de salvación del siglo XXI.

El camino a Copenhague nos obliga a salvar nuestras diferencias. Creo firmemente que sí podemos.

Segundo, ojalá que éste sea el año en que las naciones se unen para librar al mundo de las armas nucleares.

Esta gran causa ha permanecido en letargo demasiado tiempo.

Por eso, en octubre del pasado año propuse un plan de cinco puntos para poner de nuevo el desarme en el primer plano de la agenda mundial.

Ahora el clima internacional está cambiando.

La Federación de Rusia y los Estados Unidos de América se han comprometido a reducir sus arsenales nucleares.

El próximo mes de mayo, en la Conferencia de las Partes encargada del examen del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, tendremos la oportunidad de lograr avances concretos.

Se nos ofrece un nuevo comienzo en la cumbre histórica que celebrará mañana el Consejo de Seguridad, presidida por el Presidente de los Estados Unidos de América, en su primera visita a la Sede.

Si actuamos ahora, podremos lograr las ratificaciones necesarias para que entre en vigor el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares.

Entre todos, ojalá que éste sea el año en que desterramos para siempre la bomba. Tercero, ojalá que, en nuestra lucha contra la pobreza en el mundo, éste sea el año en que socorremos a los que se han quedado atrás.

Mientras se habla de los “brotes verdes de la recuperación”, nosotros vemos banderas rojas de advertencia.

En nuestro informe reciente titulado «Las voces de los vulnerables», se pone de relieve una nueva crisis.

Los casi pobres se están convirtiendo en los nuevos pobres.

Se estima que 100 millones de personas podrían quedar por debajo del umbral de pobreza este año.

Tal vez los mercados se estén recuperando, pero no así los ingresos y el empleo.

Muchas personas están enojadas. Creen que les perjudica la forma en que funciona la economía mundial.

Por eso hemos propuesto un pacto mundial por el empleo para lograr un crecimiento equilibrado y sostenible.

Por eso estamos creando un nuevo sistema mundial de alerta para situaciones de vulnerabilidad que nos facilite datos y análisis en tiempo real sobre las condiciones socioeconómicas en cualquier parte del mundo.

Tenemos que saber quién está sufriendo y dónde, para poder responder de la manera más efectiva.

Por eso también el año próximo, en estas mismas fechas, se celebrará una cumbre especial sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

A solo cinco años del plazo establecido, es necesario un impulso final que nos permita coronar esta iniciativa en el año 2015.

En primer plano están las mujeres y los niños, como debe ser.

El UNICEF informa que la mortalidad infantil ha disminuido un 28% en las últimas dos décadas. Podemos esperar resultados análogos en materia de salud y mortalidad materna.

La prevención de la violencia sexual contra las mujeres debe ser asunto de máxima prioridad.

Seamos unánimes: esos actos son una abominación. Los dirigentes de cada nación son personalmente responsables cuando estos delitos se cometen dentro de sus fronteras.

Cuando las mujeres mueren dando a luz, cuando son violadas con fines bélicos y no tienen a quien acudir, nosotros, las Naciones Unidas, no podemos desentendernos.

Por eso ustedes acordaron hace poco crear un organismo único que se ocupe de la problemática de la mujer.

Nunca hemos estado en mejores condiciones de empoderar a las mujeres.

Excelencias,

Esta Asamblea también reafirmó la responsabilidad de proteger.

En nuestra era moderna, ninguna nación, grande o pequeña, puede violar impunemente los derechos humanos de sus ciudadanos.

Cuando surgen los conflictos, éstos deben dar paso a la justicia y la rendición de cuentas.

Por ello es tan vital la labor de la Corte Penal Internacional. Esperamos que la conferencia de examen que se celebrará en Kampala en mayo del próximo año sea una oportunidad para robustecer su mandato.

Sin paz, seguridad y justicia, no podremos lograr ninguno de nuestros nobles objetivos. En Darfur, esto significa consolidar los progresos recientes y cumplir lo dispuesto en nuestro mandato. El despliegue de nuestra operación en la zona alcanzará el 90% a finales de año. Sin embargo, aún carecemos de equipo indispensable, en particular en materia de transporte y helicópteros.

Mientras tanto, debemos seguir trabajando con urgencia para lograr la estabilidad del Sudán y del resto de la región y respaldar la paz general alcanzada con el Sudán Meridional.

Somalia sigue reclamando nuestra atención en dos frentes: por un lado, el apoyo al Gobierno y a las fuerzas africanas de mantenimiento de la paz y, por otro, los esfuerzos internacionales contra la piratería.

Seguiremos presionando para que en Sri Lanka se logre el reasentamiento, la reconciliación y la rendición de cuentas.

Celebramos el compromiso del Gobierno de permitir que todas las personas desplazadas regresen a sus hogares a finales de enero, como se le aseguró a mi enviado la semana pasada.

Trabajaremos con ahínco por la libertad y la democracia en Myanmar. La liberación de algunos presos políticos la semana pasada no es suficiente.

Hacemos un llamamiento a los amigos y vecinos de Myanmar para que se esfuercen más, mucho más, por el bien de Myanmar y su pueblo.

Si hemos de aceptar las elecciones del próximo año como creíbles e inclusivas, deben ser liberados todos los presos políticos, incluida Daw Aung San Suu Kyi.


Hemos trabajado para detener el derramamiento de sangre en Gaza. Sin embargo, sus habitantes siguen sufriendo. Es necesario abordar cuestiones de justicia y rendición de cuentas.

Debemos reactivar y reconducir las negociaciones hacia una solución biestatal y una paz general en el Oriente Medio. Apoyamos los esfuerzos que realizan los Estados Unidos para reanudar las conversaciones de paz y trabajaremos con el Cuarteto para tal fin.

En el Afganistán, nos enfrentamos a un entorno difícil. Las elecciones recientes pusieron de manifiesto graves deficiencias. Sin embargo, no debemos olvidar los progresos alcanzados, que son la base para seguir avanzando.

Estamos comprometidos a permanecer junto al pueblo afgano en su larga espera de un nuevo amanecer. No lo abandonaremos.

Prometemos también seguir al lado del pueblo del Pakistán.

Hemos hecho progresos significativos en Timor Oriental, Haití, Sierra Leona y Nepal. Vemos los progresos que silenciosamente está haciendo el Irak y las nuevas oportunidades en Chipre.

Ahora es el momento de hacer balance y seguir hacia delante.

Señoras y señores,

Permítanme concluir invitándoles a mirar a su alrededor.

Al final de este período de sesiones de la Asamblea General, nuestro edificio de la Secretaría estará vacío.

Nuestro personal se habrá dispersado a otros edificios de la ciudad.

Nuestras instalaciones de las Naciones Unidas serán completamente renovadas.

Nuestra ambición común es hacer de esta renovación exterior el símbolo de nuestra renovación interior.

Por eso hemos puesto tanto empeño en la construcción de una Organización más fuerte en pro de un mundo mejor.

Hemos hecho progresos en la iniciativa denominada «Unidos en la acción».

Hemos avanzado para que «la consolidación de la paz» sea verdaderamente lo que significa, de modo que las sociedades que salen de situaciones de guerra no retrocedan y caigan de nuevo en el conflicto.

Hemos perfeccionado nuestros mecanismos de mediación y diplomacia, a fin de poder atajar las crisis antes de que se conviertan en tragedias más grandes y más costosas.

Hemos creado el Departamento de Apoyo a las Actividades sobre el Terreno y estamos poniendo a punto una nueva estrategia de mantenimiento de la paz denominada “Nuevos Horizontes” que dará mayor agilidad y eficacia a nuestras actividades de mantenimiento de la paz.

En esta empresa, necesitamos el firme apoyo de los Estados Miembros, del mismo modo que necesitamos su apoyo para garantizar la seguridad de nuestro personal que tan valientemente presta servicios en lugares peligrosos. Demasiados perdieron la vida luchando por las causas en que todos prestamos servicios.

Excelencias,
Distinguidos delegados y delegadas,
Jefes de Estado y de Gobierno,
Señoras y señores,

Este año, he viajado desde el borde del casquete polar Ártico a las estepas de Mongolia. He visto de primera mano los efectos del cambio climático en nuestro planeta y sus habitantes.

En la República Democrática del Congo, conocí a una joven de 18 años que había sido violada por soldados. Su esperanza de una vida nueva está en las Naciones Unidas.

En las diversas cumbres a las que he asistido en lugares como Trinidad y Tabago, Londres y L’Aquila, me he detenido en un aspecto que sobresale entre los demás.

Nosotros, las Naciones Unidas, somos la voz de quienes no tienen voz, los defensores de los indefensos.

Si hemos de ofrecer una auténtica esperanza a los desesperados, si queremos hacer verdadera realidad la recuperación económica, tenemos que hacerlo pensando en todas las naciones y en todas las personas.

Si juntos actuamos, podemos lograr muchas cosas.

Juntos, estamos aquí para arriesgar, para asumir nuestra carga de responsabilidad, para estar a la altura de un momento excepcional, para hacer historia.

Este año, precisamente este año, no se nos puede pedir menos.

Porque nosotros somos las Naciones Unidas.

Nosotros somos la mejor esperanza de la humanidad.

Y ésta es nuestra hora.

Gracias.

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